Freír, freír, freír

¡Viva! ¡Aquí está! ¡En primicia! ¡Mi primer cómic completo!

Vale, el argumento no es mío. ¡Pero el guión lo he hecho yo! ¡Y los dibujos! ¡Y el color! ¡Y la rotulación!

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Sobre el cuento

Lo cierto es que no he conseguido encontrar demasiadas referencias. Aparte del libro donde lo leí, en una edición de --creo-- 1965, de "Selecciones del Reader's Digest", hay una página web con el cuento completo, aunque el vocabulario difiere ligeramente de la edición que leí. Encontré también una referencia en Google Books que insinúa que, en realidad, es un cuento anónimo de África del Norte. Pero la referencia está en francés, y tampoco puedo acceder al texto completo, así que no estoy segura de que esto sea lo que realmente parece.

Motivación y proceso

Y para los curiosos, un poquito de historia sobre el por qué y el cómo.

Hice un curso de cómics el año pasado. Siempre me había hecho gracia ese mundillo pero nunca había tenido ocasión de profundizar mucho en él como autora, así que en cuanto me dí cuenta de que vivía cerquísima de la famosa Escuela JOSO, le eché una vista y me lancé.

Fue bastante extraño volver a una clase después de "tantos años", y sobre todo, a una clase no técnica. Todos mis conocimientos científico-informáticos no valían para nada delante de la mesa de dibujo, papel en blanco y el lápiz, ¿no? O quizá sí, pero eso lo vi luego. Lo primero que nos dijo el profe fue que lo más importante no era empezar las cosas, sino acabarlas y mostrarlas. Puedes ser el mejor autor del mundo, pero si guardas celosamente tu arte en la carpeta bajo del colchón, es como si no hubieras hecho nada.

Así que me quedé con eso dando vueltas por mi mente.

Luego se acabó el curso, me pasaron muchas cosas y no conseguí acabar la historia que habíamos empezado durante el mismo. "Empezar algo... y acabarlo". ¡No dejaba de recordar eso! Era la espinita que tenía clavada. Total, durante las vacaciones de Navidad empecé a leer un libro de cuentos españoles, editado el año catapúm. Y entre los cuentos incluídos, estaba el que da título a mi cómic. De repente, lo vi todo clarísimo: ¡lo iba a convertir en un cómic! Tenía todos los ingredientes necesarios: una historia graciosa y corta, varios personajes y bastante estereotipables o, como decía el profesor, muy exagerables y caricaturizables. Así que me puse manos a la obra inmediatamente. No hacía falta más que un folio. Hice un primer boceto de guión, y los correspondientes thumbnails ¿o miniaturas? Boceté personajes, para hacerme una idea de cómo los imaginaba, qué podría utilizar para hacerlo todo más gracioso, etc.

El proceso de dibujo también fue muy simple. Usando folios de tamaño A4, y un portaminas con minas azules de 0.7 mm, dibujé las seis páginas. Esto me tomó un mes o así, dibujando fines de semana cuando estaba motivada (o cuando nevaba aquí en Londres). El primer fin de semana dibujé dos páginas y media, y ya me las prometía muy felices como autora súper productiva, pero me estanqué y me costó tres semanas acabar el resto.

Por supuesto, todo eso que había ideado lo fui cambiando sobre la marcha, según me daba cuenta de que lo que pretendía meter en una viñeta no cabía, o que el ritmo no molaba, o simplemente, que el orden de lectura y la posición de los personajes no venía bien.

Y una vez dibujado, ¿cómo lo paso a tinta? ¿Y sobre qué papel? Como había usado folios baratos, usar cualquier tipo de rotulador sobre ellos era exponerse a "feathering" inmediato. Mi primera idea fue hacer fotos a los folios con la cámara digital, y dibujar por encima con algún programa de dibujo digital.

Problema número 1: mi cámara introduce una aberración en los extremos que, aunque mola mucho porque le da un toque muy retro y cool a las fotos, me distorsionaba todas las viñetas exteriores.

Problema número 2: ninguno de los programas de dibujo que utilicé se llevaba bien con mi ordenador. myPaint no existe para Mac (a menos que conjures al duende de los compiladores, cosa que no tenía ganas de hacer). GIMP en Mac a altas resoluciones y pintando con tableta es simplemente unusable. Y Inkscape hacía lo que le salía de las narices.

Solución: a grandes problemas, grandes ingenios. ¿Utilicé Manga Studio? ¡No! Aunque tiene muy buena pinta, no podía justificar el precio siendo esto una cosa totalmente amateur. Mi solución fue mucho más de estar por casa. Al salir del trabajo, una tarde que llovía a cántaros, fuí a Cass Art, mi tienda favorita de arte, y me agencié un cuaderno de "marker paper", tamaño A4, y un set de rotuladores Faber Castell de color negro, porque los que tenía estaban resecos ya (no en vano tenían dos años y bastantes dibujos a sus espaldas).

Y me "inventé" una mesa de luz. Con una mesa de metacrilato transparente y poniendo una lámpara bajo. No era la más cómoda de las posturas, pero sólo eran seis páginas. Enganché una hoja de marker paper encima del primer folio, y... ¡a calcar y entintar! El marker paper es un papel bastante satinado por la cara "que se usa", y no es tan poroso como los folios normales, así que el rotulador se desliza bien por encima y no se extiende la tinta haciendo el efecto "feathering" o "araña", que le llamo yo.

¡Todo entintado! ¿Y entonces qué? Coincidió con que me compré una impresora-scanner porque necesitaba imprimir unas cosas, así que pensé en escanear esto y colorearlo por ordenador, pero... ¿para qué engañarse? Ya habíamos visto cómo estaba el estado de la cuestión informática. Y además, si era todo tan analógico, y de repente el color era digital, podía pegar el cante a base de bien.

Así que saqué las acuarelas y el pincel de agua y me dí al coloreado.

Para que los colores fueran uniformes, trataba de pintar al mismo tiempo todo lo que fuera de un mismo color. Así, escampé las seis páginas encima de la mesa y por ejemplo, pintaba todas las pieles, luego el traje de un personaje todas las veces donde aparecía, etc.

Visto ahora, la elección de marker paper para ser pintado con acuarelas no fue buena del todo, porque se arrugaron algunas partes y se distorsiona, haciendo que al final no midan exactamente lo mismo todas las páginas, pero es un problema menor con el que debía convivir si quería usar mi "mesa de luz", que no es tan potente como una mesa de luz "de verdad". Es decir, podía haber usado papel más grueso, incluso papel de acuarela, si hubiera tenido una mesa de luz profesional, pero marker paper era lo más grueso que mi equipamiento podía aceptar.

Y con todo coloreado, ¿lo metemos ya en el ordenador? ¡Sí! Ahora sí que sí. El escaneado no tiene mucho misterio. Lo escaneé, asegurándome de que estuviera más o menos enderezado todo y sin áreas borrosas por culpa de las arrugas y distorsiones en el papel, así que hubo que repetir algunos escaneos mientras hacía fuerza sobre la tapa del escáner para que estuviera lo más liso posible. Luego lo recorté todo y... ¿qué hacer con los rótulos? No había dibujado los globos (o bocadillos) sobre los originales porque quería dejar abierta la cuestión de traducir el texto a otros idiomas, y puede que lo que en castellano ocupe tres líneas, ocupe sólo una en inglés. Así que había que hacerlo aparte.

De nuevo volvía la cuestión informática. Probé a usar bocadillos en Scribus, un programa de autoedición abierto y bastante potente, pero aquello no está pensado para editar gráficos vectoriales y era poco más o menos un harakiri. Y volvía a sonar la voz de la consistencia que me decía que si todo lo demás estaba hecho a mano --incluso los bordes de las viñetas-- usar textos mecánicos iba a cantar demasiado.

La solución, de nuevo, era la "mesa de luz". Enganché las páginas, ya pintadas, con una hoja en blanco encima, y me iba a poner a rotular, cuando me dí cuenta de que... ¡no tenía un guión con los diálogos definitivos! Antes de hacer ninguna barbaridad o de gastar folios en vano, abrí un editor de textos y, consultando las páginas ya dibujadas, rehice el guión y ajusté los textos al sitio que realmente había en las viñetas.

Entonces sí que sí: era la hora de bocadillear. Esto fue bastante mecánico. Quizá debía haber hecho el texto más grande, pero lo hecho, hecho está. A la próxima ya lo sé.

Una vez tuve las seis páginas con los bocadillos, las escaneé y, con la herramienta de "varita mágica" seleccioné todo lo que no eran los bocadillos y lo recorté. Sólo tuve que hacer ajustes manuales en una página porque las onomatopeyas no eran "polígonos convexos", y, por ejemplo, el interior de las letras se quedaba en blanco. Luego copiaba estos bocadillos en una nueva capa sobre la página ya escaneada y recortada. ¡Listo!

Y dio la casualidad de que, mirando por Amazon, encontré Kindle Comics Creator, una nueva herramienta que proporcionan para crear cómics para (¿a que no lo adivináis?) su plataforma Kindle. Le eché un vistazo y me gustó la idea de que se pudieran especificar las viñetas para que, durante la lectura, el mismo software de Kindle haga zoom en cada una de ellas. Así que decidí hacer la prueba y montar el cómic así.

El programa necesita un poquito más de trabajo pero una vez le coges el tranquillo no es demasiado complicado. Dibujé la portada, la escaneé y la recorté y diseñé en GIMP. Luego la añadí al cómic, junto con las imágenes, y exporté el libro. Después, subirlo a la parte de autores de Kindle fue todo coser y cantar.

Y hasta aquí llega la historia de este cómic. Sí, tiene muchos fallos, pero he aprendido también muchas cosas. Y lo más importante es que LO HE ACABADO y PUBLICADO.

Ahora os toca a vosotros ;-)

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